Por Efraín Recinos
Ingeniero y Artista Guatemalteco
Como público, la primer lección que aprendí de Elmar, fue que podemos ser nosotros mismos, y que no es necesario seguir el último grito de la moda para hacer arte. Como guatemalteco, saludé en Elmar al representante de la serenidad: no importa el “tema”, tierno o violento, la estabilidad formal pictórica de su pintura traduce de una manera visual la calma y equilibrio que debiera prevalecer entre los humanos. Esa fue su segunda lección. Como colega ya no hubo lecciones. Hablar de “Ritmo”, “Color”, “Forma”, “Textura”, etc., son academismos para que platiquen los expertos. Pero sí señalo con entusiasmo lo estimulante que la labor de Elmar, su cultivo de la calidad, resulta para los que todavía amamos la pintura.


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